En pocos días, esta nueva situación que está planteando el coronavirus en España, y en concreto en el sector empresarial, está conduciéndonos a muchos hacia la incredulidad pues cuesta creer que esto realmente esté sucediendo.

De repente vemos cómo se producen multitud de cancelaciones en empresas del sector turístico, que a su vez afectan a muchas otras que dependen también de los turistas. Se cierran colegios, guarderías y universidades, y más empresas terminan afectadas pues su negocio está relacionado con el sector de la educación.
Ayer jueves los gobernantes de este país empezaron a pedirnos que, en la medida que fuese posible, nos quedásemos en nuestras casas para así evitar un contagio rápido del virus, pues esto podría llevarnos a una situación en la que el sistema sanitario se viese desbordado por completo y sin capacidad para atender a los pacientes en una situación más grave.

Sabemos que estamos iniciando una fase en la que, la única seguridad que tenemos es que, las noticias del siguiente día serán peores que las del anterior. Por poco que nos guste esto es inevitable pues este virus viajero llegó para conocer mundo y para que más personas entren en contacto con él. Desde luego que no se le puede negar su gran capacidad para invadir países, pues a diferencia de otros virus, como el de la gripe que parece casi tímida para infectar, el coronavirus está siempre dispuesto a ir saltando de persona en persona. No se puede decir que sea un virus escrupuloso, pues si sesenta personas asisten a un funeral, o a una fiesta, los sesenta se marchan infectados.

Sin embargo, para la economía de este país no es el virus el que está causando daño, sino el pánico que se está generando en la población. Desde luego que no se puede minimizar el peligro de una infección, pues en ciertos sectores la tasa de mortalidad puede ser inaceptablemente elevada, pero por muy lógico que pueda resultar el temor a la enfermedad, lo que estamos haciendo, incluso sin desearlo, y puede que hasta de manera casi inevitable, es avivar más y más el miedo. Lo hacen así los políticos, los periódicos, las noticias de televisión, miles o millones de personas que comparten sus temores a través de Internet.

El virus está causando un daño limitado, pero nuestro miedo nos amenaza con lo que en algunos casos puede ser irreversible, pues si esta situación se mantiene demasiados meses, algunas empresas no podrán resistirlo. De hecho ya se están produciendo despidos, irremediablemente se incrementará la morosidad, se reducirá a mínimos el gasto familiar… y si seguimos profundizando en esta situación entraremos en una crisis con consecuencias que se prolongarán mucho más tiempo.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

No sé si conocéis un cuento popular que suele mencionarse en situaciones de incertidumbre en las que se teme lo peor.

En ese cuento un rey solicita que en un anillo que ha mandado crear se guarden unas pocas palabras que le puedan servir de ayuda en momentos difíciles, y que esas palabras también puedan servir de ayuda a sus herederos.

Entre todos los que le escucharon un sirviente le dio la respuesta que estaba buscando. Escribió unas palabras en un diminuto papel y se lo entregó al rey, diciéndole que no lo leyese hasta que no estuviese en una situación límite.

Pasado el tiempo, el país fue invadido por un ejército enemigo, y cuando el rey se encontraba rodeado y temiendo por su vida, se acordó del papel, lo abrió y leyó el mensaje:

Esto también pasará.

Leyendo aquellas palabras el rey encontró la calma que había perdido. En ese momento fue consciente de que nada había llegado para mantenerse siempre y que, conservando la calma, actuando en consecuencia, y sin dejarse manejar por el pánico, podía reunir a su ejército para echar fuera al invasor. Así lo hizo y salió victorioso de esa situación.

Cuando todo volvió a la normalidad, el rey decidió celebrar la victoria e invitó al sirviente que le había entregado aquel papel con el mensaje. En mitad de la fiesta le volvió a pedir al rey que lo leyese:

Esto también pasará.

Y así lo vivió el rey, sabiendo que tanto lo bueno, como lo malo, siempre pasará, siendo la manera de actuar más sensata la que no nos pierde por el pánico o la euforia.

Pues bien, el coronavirus también pasará.

No hagamos ahora nada que nos perjudique a largo plazo, incluso cuando este virus ya no esté, o nuestro cuerpo se haya acostumbrado a él como a una gripe. Es el momento de ganar esta batalla, de actuar con sensatez y de ser conscientes de que la vida continúa y siempre está esperando lo mejor de nosotros.

Si nos dejamos vencer por el pánico, el daño que podemos causarnos a nosotros mismos, al perjudicar de manera irreversible a la economía del país, que dañará desde el turismo al sector sanitario, será mucho mayor que el causado por el coronavirus.