Las oportunidades que se pueden presentar en otros países para vender lo que se produce o fabrica en España ha animado a muchas empresas a lanzarse a la actividad exportadora, pero esta aventura no siempre sale bien. Lo que en principio puede parecer tan simple como incrementar la producción y trasladarla a otros países no siempre se consigue con tanta facilidad.
Exportar conlleva, también, asumir riesgos, así que en la medida que se puedan conocer por adelantado, se tendrá una mayor capacidad para reaccionar de la manera correcta antes de que cualquier incorrecta decisión termine afectando a la empresa.

¿Cuáles son los riesgos de la actividad exportadora?

Los riesgos legales podemos diferenciarlos en varias categorías. La más básica no habría que confundirla con menos importante, sino que hace referencia a elementos como la marca con la que la empresa va a dar a conocer sus productos. Un error nefasto sería no tener registrada esa marca en los países en los que se va a exportar, de tal manera que se correrá el riesgo de que cualquier otra empresa la registre y desde ese momento todo lo que se haya ganado en el conocimiento de marca por parte de los nuevos clientes, se pierda.
En estos artículos encontrará más información que publicamos en este blog: criterios previos para registrar una marca, pasos para registrar una marca, errores en el proceso de registro de una marca.
Sin abandonar esta categoría de riesgos legales nos podemos encontrar que en los países donde se exporta se modifique la reglamentación que afecta a nuestros productos, de tal manera que realizar una nueva adaptación a las normas, o conseguir nuevas homologaciones, suponga una inversión que nos exigirá tener una liquidez, no prevista, que puede comprometer el funcionamiento de la empresa.
También resulta aconsejable conocer las diferencias que existen entre los sistemas jurídicos y leyes que afectan a los contratos, o las que se pueden aplicar en cualquier tipo de litigio que pueda estar relacionado con la actividad exportadora. Este conocimiento nos permitirá calibrar con más exactitud qué riesgos corremos en países que no son como el nuestro.

Los riesgos económicos comienzan cuando para poder exportar tenemos que ampliar nuestras fábricas, nos vemos obligados a contratar a más trabajadores y aparecen gastos asociados a esa nueva actividad. Si nos encontramos con una depreciación de la moneda de los países a los que exportamos, o con una apreciación de nuestra moneda, los ingresos que vamos a tener van a perder valor.
También podemos encontrarnos con situaciones que últimamente son frecuentes de la aparición de aranceles que, de repente, conviertan a nuestros productos en menos competitivos.
En un escenario como el actual habría que considerar la posible recesión por la que pueden pasar algunos países. Al final, lo que nos podemos encontrar es que realicemos una fuerte inversión exportadora que obtenga como respuesta, por diferentes motivos, una reducción de ventas/beneficios.
Estos riesgos se pueden minimizar exportando dentro del mercado europeo.

Los riesgos logísticos aparecen cuando nos comprometemos a la entrega de mercancía en fechas en concreto y con cierto nivel de calidad. Si incumplimos nuestro compromiso con las empresas importadoras nos podemos encontrar con impagos. Esto puede suceder en multitud de casos, por ejemplo, en situaciones de conflictividad laboral con el bloqueo de fronteras que pueden perjudicar a los productos perecederos. Por esto motivo hay empresas que tan solo asumen el riesgo mientras la mercancía no ha salido del país de origen.
La actividad exportadora nos descubre también la importancia que tienen las empresas de transporte, el embalaje correcto o la posibilidad de contar con una empresa con experiencia en estas labores en los países de destino.

Los riesgos políticos en los países de nuestro interés también hay que valorarlos. El riesgo extremo es que se produjese una nacionalización, no tan frecuente en regímenes con cierta estabilidad democrática, pero sí que podemos encontrarnos con conflictos laborales, huelgas, incluso con una Administración corrupta, que comprometan nuestra actividad en esos países. Europa puede ser la solución, como destino ideal para un nuevo exportador español, ya que los riesgos se reducen.